jueves, 15 de septiembre de 2011

Laguna de los peces (Sanabria)

Amaneció un día en Perilla de Casto (Zamora), el pueblo natal de mi madre y decidí encaminarme al, probablemente, más bonito rincón de Zamora, El lago de Sanabria. Este hermoso lago de 22.000 hectáreas está enclavado en un hermoso parque natural en el que predominan los cañones y sierras, que separán Castilla de Galicia. La hermosa mezcla de roca y color verde, se refleja en las calmas aguas del río Tera. No sólo la belleza de la zona se encuentra presente en este lago, numerosas leyendas bajo sus aguas, que corren de boca en boca entre los habitantes de sus pueblo, forman parte de la historia de Ribadelago. El origen de estos misteriosos relatos, nacen en la tragedia de 1959 tras la rotura de una presa, se llevóa la vida de 144 habitantes del pueblo de mi padre, Ribadelago. Mi famila padeció desde los tejados de su casa, la escalofriante subida del nivel del agua, que a punto estuvo de provocar una catástofe aún mayor. ¿Qué sitio mejor para disfutar de la bicicleta? Cada vez que llegó a la comarca de Sanabria siento un cosquilleo desde dentro de mi.
En la entrada de Ribadelago, pasado Galende, parte una carrertera rumbo a la Laguna de los peces, que pasa por un precioso pueblo llamado San Martín de Castañeda. A lo largo de esta sinuosa carretera que en todo momento apunta hacia el cielo, pueden contemplarse algunas de las mejores vista que hay del lago. Numerosos ciclistas disfrutan de los 17 km de ascensión durante las frías mañanas Sanabresas.
Dejé mi coche, me armé de agua y comencé la ascensión. La pendiente no es acusada pero sí muy constante, así que con ritmo firme y voluntad, la ruta no podía exigir mucho esfuerdo. La primera fase no tienen muchos detalles que reseñar. Hasta la entrada de San Martín, a penas se divisa el lago. Las calles de este pueblo llenas de ancianos paseando, animan a distraer la vista de la carretera. Es a la salida cuando comienza la verdadera aventura, cuando la soledad te rodea y se completan las curvas,aparecen vistas que empequeñecen al más grande.
Después de un gran giro a la derecha, la carretera se adentra en la sierra, las imagenes del lago desaparecen y la vegentación disminuye de tamaño. Una preciosa fuente de fresca y limpia agua, me animan a realizar un alto en el camino para rellenar mis botellas. Estaba a medio camino y las nuves oscurecían el verde del paisaje. Durante los siguientes 3 km el lago se escondía al paso entre dos colinas. En ese momento es ineviable mirar hacía arriba para intentar vislumbrar la cima. Los ciclistas profesionales desaconsejan realizar ese tipo de práctica, con las piernas cansadas puede cundir el desánimo. Con la cabeza gacha me concentré en el pedalaeo para afrontar los km finales.
De los 17 km de tendida ascensión, sólo los últimos 300 metros son de respiro. Desde la cima se intuye el fin del trayecto. La Laguna de los peces. De origen glaciar se encuentra a 1725 m sobre el nivel del mar y yace congelada la mayor parte del invierno. En ella, númerosos animales calman su sed en un entorno aislado del mundo. Los 15 minutos que disfuté sentado al lado de mi bicicleta, me supieron a gloria. Lo había conseguido, la sensación era inmejorable
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